domingo, 8 de diciembre de 2013

Capítulo 13

- Llevo mucho tiempo esperando esto, Víctor – susurra la mujer sensualmente, agarrándole de la chaqueta y acercándole a su cuerpo. Mi hermano sonríe pícaramente y la besa. ¿Qué hace? Le sacará como unos diez años por lo menos, o quizá más. Me escondo un poco más, dejando lo justo para seguir viendo. Contengo la respiración para no hacer ningún tipo de ruido. Se siguen besando, al principio suavemente, pero cada vez con más pasión. Mi hermano la empuja hacia la pared y la besa, la besa sin detenerse un solo segundo. Ella se retira unos centímetros, le sonríe, agarra su mano y tira de él, metiéndose en su dormitorio. Vale, creo que ver a mi hermano así no debe de ser bueno. Me meto en la habitación por completo y junto la puerta con cuidado. Me siento en la cama y sacudo la cabeza intentando eliminar esas imágenes de mi mente. Oigo como cierran la puerta. Pero, ¿quién será esa mujer? ¿Qué hace mi hermano con una tía así? Además, hace tan solo unas semanas, Belén lo había dejado. No entiendo nada.

Me levanto, me quito los zapatos para no hacer ruido y voy con cuidado a la cocina, en busca de algo que darle de comer a mi gatito. Cojo un cuenco y lo lleno de leche fría, vuelvo a la habitación igual que antes, sigilosamente. Dejo el cuenco en el suelo del balcón y me voy a la calle. Bajo por el ascensor, mirándome en el espejo e intentando arreglarme un poco el pelo. Me siento en el escalón de la calle, en la puerta del portal.
-Eva, hola – me saludan. Levanto la cabeza y miro hacia arriba. Belén, la ex novia de mi hermano. Hago un movimiento de cabeza a modo de saludo, no se merece ni un simple ‘hola’. - ¿Qué haces aquí fuera? – me pregunta. Subo y bajo los hombros a modo de respuesta. – Bueno, yo había quedado con tu hermano – me dice acercándose al telefonillo.
-¿Qué? – la pregunto rápidamente, sorprendida.
- Me ha llamado hace un rato, me ha dicho que viniese que tenía que hablar conmigo.
- ¿Qué? ¿Por qué? ¿De qué? -  la pregunto poniéndome en pie delante de la puerta.
- No lo sé, ahora me lo dirá – me dice intentando llamar. Me pongo en medio, sin dejarla pasar, me mira extrañada.
- No está.
- ¿Cómo?  - me pregunta arqueando las cejas.
- Ha tenido que salir – contesto intentando pensar rápido. No puedo dejar que Belén suba y vea a mi hermano… así… con la otra.
- ¿A dónde? – me pregunta ya nerviosa.
- Eh… a la farmacia – suelto sin pensar.
-¿A la farmacia? ¿Para qué? – dios, por qué hace tantas preguntas.
- Es que estoy mala – la digo fingiendo que toso.
- ¿Y estás aquí fuera? – me pregunta levantando una ceja. Vale, está claro que mentir se me da bastante mal.
- Es que estoy esperando a un amigo – la digo. – Bueno, tú vete, cuando venga Vito le digo que has venido y que se pase por tu casa.
- No, da igual, le espero aquí, no debe tardar mucho – dice sentándose en el escalón.
- Créeme, va a tardar.
- ¿Por?
- Porque ha ido a la farmacia de la calle de abajo y no tenían el antibiótico y se iba a otra, puede tardar mucho – la insisto agarrándola del brazo, tirando, haciendo que se ponga de pie.

- Está bien, si tú lo dices… Dile que luego me llame entonces – me dice mientras se aleja.

domingo, 1 de diciembre de 2013

Capítulo 12

Al fin dejo de llorar, me paso la mano por la nariz y me seco las lágrimas con la manga de la chaqueta. Levanto ligeramente la cabeza e inspiro profundamente. Parece que ya no llueve tanto aunque los árboles de la acera de enfrente se mueven bastante por culpa del fuerte viento que se ha levantado. No sé cuánto tiempo habré estado aquí sentada, pero me han parecido horas. Saco el móvil del bolsillo y veo un montón de llamadas perdidas de Judith, de Sergio y de mi hermano. Marco el número de Vito, mientras saco un chicle de la mochila.
-Vito, hola – le saludo cuando cojo el móvil. Me sorprendo al escuchar mi propia voz. Carraspeo un poco para aclararla y lo intento de nuevo. – No te preocupes, he estado dando una vuelta.
-Joder Eva, avisa antes o estate atenta al móvil, estaba preocupado – me dice algo cabreado.
-¿Han dicho algo mamá y papá?
-No, no están en casa y no les he querido llamar, pero vuelve pronto -  me insiste. – Bueno Eva, que me quedo sin batería, hasta ahora – se despide antes de que me dé tiempo a explicarle nada. ¿Y ahora cómo vuelvo a casa? Suspiro desesperada y vuelvo a mirar el móvil. Judith me ha escrito millones de whatsapp. Le cuento brevemente lo que ha pasado cuando de repente me vibra el móvil, es Sergio.
-¿Si? – contesto tímidamente, atormentada por la conversación de esta mañana.
-¿Dónde estás? – me pregunta aceleradamente.
-Pues no lo sé – le digo poniéndome de pie, intentando buscar el nombre de alguna calle. – Calle de Pedrosa del Príncipe – consigo ver.
-¿Qué ves a tu alrededor? – me pregunta mientras oigo que arranca la moto al otro lado del teléfono. – Pues sólo veo edificios.
-Dime el número del portal de alguno, rápido Eva – me insiste.
-Cincuenta y cuatro.
-No te muevas – me dice mientras cuelga.
Me vuelvo a sentar en el suelo, me pongo la mochila encima de las piernas, intentando que me dé algo de calor. Está claro que Sergio es el mejor amigo del mundo entero. Me he pasado muchísimo con él esta mañana y aún así en cuanto se ha enterado de lo que ha pasado ha venido a por mí. Apoyo la cabeza en la pared y cierro los ojos, mientras respiro profundamente. Los abro lentamente al cabo de unos minutos, cuando noto que algo me roza la pierna, es un pequeño gatito blanco con algunas manchas negras. Se frota contra mi pierna, alargo la mano y le acaricio su pequeña cabeza. Se tumba a mi lado, dejando que le acaricie mientras empieza a ronronear. Le cojo y le apoyo en mis piernas, le acaricio entre las orejas y abre los ojos, son preciosos, azul cielo, me recuerdan tanto a la mirada de Alex… Apoyo la cabeza en la pared suspirando y cierro fuerte los ojos, intentando que se alejen estas ganas enormes de llorar de nuevo. Entre el recuerdo de Alex atormentándome constantemente y Marcos, cagándola continuamente…
-¡Eva! – me grita alguien. Alzo la mirada y veo como se acerca Sergio corriendo. Dejo al gatito en el suelo y me levanto despacio. Sergio me abraza y me alza por los aires. – Estúpida, no vuelvas a estar tanto tiempo sin contestarnos al móvil nunca más, estábamos preocupados – me dice mientras me besa la frente y me vuelve a abrazar.
-Ya… Lo siento – le digo abrazándole fuerte, escondiendo la cara en su hombro.
-Venga vamos, que estás empapada, me ha traído mi hermana en coche que he tenido un pequeño problema con la moto. – Me dice mientras coge la mochila del suelo y se la cuelga al hombro. – Eh, ¿y este pequeñín quién es? – pregunta acariciando al gatito.
- Pues no sé, lleva aquí un rato conmigo.
- Parece abandonado, está demasiado sucio para tener dueño – dice cogiéndolo del suelo.
- Pues ahora que lo dices, probablemente no tenga dueño – le digo pensativa mientras cojo al pequeño arrebatándoselo de los brazos a Sergio. - ¿Y si me lo llevo a casa? – le digo sonriente.
- ¿Crees que te dejarán tener un gato? – me pregunta sorprendido.
- Lo dudo, pero no tienen por qué saberlo – le digo decidida. Sergio se encoge de hombros y camina hacia el coche mientras le sigo de cerca con mi nuevo amigo en brazos.
- Gracias por venir a por mí, en serio – le susurro en el coche, estamos sentados en la parte de atrás, cada uno junto a una ventanilla, llevo al pequeño gatito entre mis piernas. Su hermana conduce despacio por las calles de Madrid, llueve muchísimo y apenas se ve nada más que millones de gotas a través del cristal.
- No las des – me dice sin mirarme.
- Claro que te las doy, no me he portado bien contigo, te he hablado fatal, no te he hecho caso, cuando llevabas razón, soy una idiota y me merecía haberme quedado bajo la lluvia toda la tarde – le insisto con cara apenada.
- Quizás me equivoqué, yo tampoco conozco a Marcos, a lo mejor es mejor chico de lo que yo creo – me dice intentando quitarle importancia al asunto.
- Sergio, no digas lo que no piensas – le digo mirándole mal. – Me ha dejado tirada en la calle, no piensas que es buen chico, para nada, y lo sabes.
- Bueno… yo… - no encuentra palabras y se queda callado. Alargo la mano y le acaricio suavemente el brazo, él, sigue mis dedos con la mirada. Subo y le paso la mano por el pelo, eleva la vista y me mira, después le acaricio suavemente la cara y le doy un suave beso en la mejilla, se revuelve nervioso, se ha puesto ligeramente rojo, sonrío, aunque ya no me mira. Giro la cabeza, hacia el frente, veo entonces como su hermana retira rápidamente la vista, estaba mirándonos por el espejo. Empiezo a acariciar al gatito, hasta que llegamos a mi casa.

- Muchas gracias – le digo a su hermana sonriente. –Sergio, hasta mañana – cierro la puerta del coche y corro al portal, intentando mojarme lo menos posible. Llamo al timbre y espero unos segundos, bien, parece que no hay nadie. Sujeto al pequeño gato con una sola mano y busco las llaves en el bolsillo. Entro al portal, me giro y me despido con la mano del coche, que arranca y baja la calle. Corro por las escaleras y entro en casa. Dejo al gato en la cama y voy al baño a por una toalla, le seco lo mejor que puedo y busco una caja, la más grande que encuentro. Oigo como se abre la puerta y escodo al pequeñín en el balcón de mi habitación. Asomo la cabeza por la puerta al pasillo, es Vito, está con una chica. Doy un paso hacia atrás intentando ocultarme y que no me vea. No sé quien será esa mujer, pero parece bastante mayor que mi hermano.