domingo, 24 de noviembre de 2013

Capítulo 11

Suena el timbre que indica el final de las clases, corro escaleras abajo mirando al suelo, chocando con todo el mundo. Salgo fuera y espero en la puerta a los demás. En la acera de enfrente veo a un chico vestido de negro con gafas de sol apoyado en una moto, me saluda con la mano, aunque no sé quién es. Me hace un gesto para que me acerque. Miro a ambos lados de la carretera y cruzo, intentando no pisar los enormes charcos que surcan la calle.
-Hola señorita – me saluda mirando por encima de las gafas. Una sonrisa tonta se me dibuja en la cara de inmediato. – Vamos, sube – me invita Marcos extendiéndome un casco rojo. Asiento sonriendo, me pongo el casco y subo detrás suya.
-¿No esperamos a avisar a las chicas? – le pregunto antes de que arranque la moto.
- No hace falta, si ven que no estás, darán por hecho que he venido a por ti, ¿no? – me dice mientras arranca y empieza a conducir por la mojada calle. Va demasiado rápido para mi gusto, aunque no me quejo, ya que llueve y quiero llegar a casa cuanto antes, y me agarro fuerte a su cintura.
-Eh, ¿a dónde vamos? – le pregunto, cuando frena en un semáforo. Estas calles no me suenan de nada.
-Pues, ya que yo conozco tu casa, tendrás que conocer tú también la mía – me dice gritando para que le oiga, algo un poco difícil por culpa del tráfico.
-¿Qué dices? Me da vergüenza conocer a tu familia – le digo nerviosa.
-No te preocupes por eso, ahora no hay nadie – me dice mientras mira impaciente el semáforo en rojo.
-¿Qué? Mejor llévame a casa Marcos, tengo muchos deberes y no he avisado de que llegaría tarde, mis padres se van a preocupar – le digo trabándome, nerviosa.
-Oh venga, sólo media hora – me dice mientras arranca la moto, sin esperar a que se ponga en verde.
-¡Qué no, Marcos llévame a casa! – le digo gritando. Pero parece que, o no me escucha, o me ignora completamente. Empiezo a ponerme nerviosa, no quiero volver a pasar por lo mismo que pasé en aquel rato en mi casa, no quiero volver a estar a solas con él. Por un momento me acuerdo de Sergio y de lo que me ha dicho esta mañana, lo que hace que esté más inquieta todavía. Empiezo a golpearle la espalda ya histérica, mientras le grito que me lleve a casa. Entonces gira y frena bruscamente junto a la acera, se baja rápido y se quita el casco.
-¿Pero estás chiflada o qué te pasa? – me grita como un loco. – ¡Podíamos habernos matado! ¿Qué hacías dándome puñetazos? – me dice moviéndose de un lado para otro, tocándose el flequillo mientras intenta relajarse. Le toco el brazo para que se esté quieto, pero se quita haciendo un brusco movimiento.
-Quería irme a casa… - le digo en voz baja, con la cabeza agachada, mirando al suelo.
-Pues te jodes y te esperas, ¡no intentas que nos matemos! – sigue gritando mientras la gente que pasa por allí nos mira. – Anda, tira a tu casa – me dice algo más relajado señalando por donde hemos venido. Le miro extrañada, sin decir nada. – ¡Vamos! – me vuelve a gritar mientras se monta en la moto y se va. Veo como la moto se aleja por la larga calle, acelerando cada vez más.

Me quedo allí, de pie, quieta, en medio de la calle. Pequeñas gotas, que empiezan a caer del cielo, me mojan la cara. No tarda en empezar a llover con fuerza, pero no me inmuto, sigo quieta, mirando a la nada, sin poder reaccionar. No entiendo por qué Marcos se ha puesto así, por qué me ha gritado como si fuese una inútil, como si fuese una loca. Pero lo peor de todo, es que no entiendo cómo ha sido capaz de dejarme allí, sola, lejos de mi casa, en un lugar que no conozco. Vale, sí, quizás me he pasado al empezar a golpearle mientras estábamos en la moto, pero no soportaba la idea de quedarme a solas en su casa con él, no, no podía verme en esa situación. Vuelvo a pensar en Sergio, en lo que me había dicho, ahora me arrepiento de no haberle hecho caso, de haberle contestado mal. Y una lágrima cae por mi mejilla, juntándose con el resto de gotas que me mojan la cara. Miro al cielo gris, luego mi ropa, empapada, toco la mochila que llevo a la espalda y noto como gotea. Por fin reacciono y me muevo, corro en busca de un lugar donde refugiarme. Me meto debajo de un balcón, en la puerta de un piso. Me apoyo en la puerta, cansada, mientras respiro entrecortadamente y me dejo caer en el suelo. Me rodeo las rodillas con los brazos y escondo la cabeza entre ellos, mientras millones de lágrimas se escapan de mis ojos, dejándose caer al suelo. Maldigo en voz baja a Marcos, por haberme dejado allí sola. No me preocupa estar en un sitio que no conozco y no saber volver a casa, lo que de verdad me duele es el hecho de que haya sido capaz de dejarme allí e irse, sin duda alguna, como si yo no le importase nada. Todos tenían razón, no le conozco nada en absoluto y así es imposible empezar una relación, si es que a esto que tenemos Marcos y yo se le puede llamar relación...


5 comentarios:

  1. Ufffff qué capullooo Marcos!!!! Si es que se le veía venir, qué tío más asqueroso!

    Con ganas de saber como sigue esta genial historia! :)

    Un besito!

    ResponderEliminar
  2. Menos mal que se ha dado cuenta... El problema es que vuelva a caer...

    ResponderEliminar
  3. sin palabras...simplemente G-E-N-I-A-L !!! Te felicito...

    ResponderEliminar
  4. Marcos es un malnacido. Espero que no le perdone lo que le ha hecho :(.
    me está encantando la historia, escribes muy bien.

    ResponderEliminar
  5. oish esque me encanta, se veia venir este lo que quiere es xingaxinga y punto. SERGIO SERGIO!!

    ResponderEliminar